#69 Calor, temperatura y salud: la influencia de los materiales de construcción
Con algunas diferencias entre órganos, mantenemos de forma relativamente constante nuestra temperatura interna alrededor de los 37ºC.
Nuestro organismo emite o absorbe calor del medio que le rodea para mantener esta temperatura estable, adaptándose continuamente a las condiciones ambientales y a los requerimientos de su metabolismo.
El calor es una forma de transferencia de energía que se produce entre medios con distinta temperatura. Este flujo se produce desde el medio a mayor temperatura a los demás.
Entender los distintos mecanismos de intercambio de calor es fundamental para llegar a comprender cómo el diseño de los espacios influye en nuestro metabolismo y, por extensión, en nuestra salud.
Veámoslo.
Intercambio de calor
En el contexto de los espacios construidos, estos son los principales mecanismos por los que nuestro organismo intercambia calor con el ambiente:
Conducción de calor. Se produce por contacto directo del cuerpo con los materiales, principalmente a través de los pies.
Convección. El aire es aquí el fluido que transporta la energía térmica. Su eficacia depende de la temperatura y del movimiento del aire.
Radiación. A temperatura ambiente la energía térmica del cuerpo se convierte en radiación infrarroja que es irradiada al ambiente. Depende de la temperatura superficial de los paramentos próximos.
Transpiración y respiración. La evapotranspiración es un proceso fisiológico de refrigeración controlado principalmente por el sistema nervioso. Depende de la humedad y la temperatura ambiente y del movimiento del cuerpo.
Como podemos ver, la temperatura y la humedad del aire, y también las de los materiales que componen los cerramientos, repercute el funcionamiento de nuestro organismo, que tratará de adecuar su medio interno a las condiciones ambientales.
Temperatura superficial interior
De los mecanismos que hemos citado, la radiación es el que mayor porcentaje de intercambio de calor supone: hasta un 60% del total.
La conclusión de este hecho es clara:
La cantidad de calor intercambiado por nuestro cuerpo con el ambiente está directamente vinculada con la temperatura superficial de los paramentos que envuelven el ambiente interior.
Suelos, paredes y ventanas se convierten en elementos constructivos determinantes para mantener una sensación térmica agradable.
Diversos ensayos de laboratorio ponen de manifiesto la diferencia que, a nivel térmico, supone emplear materiales como el corcho, la madera o el hormigón como revestimiento de suelos y paredes.
Aunque factores como la edad, el sexo, el estado de salud, la vestimenta, la intensidad de la actividad física, la alimentación, la capacidad de adaptación o la época del año, influyen en la sensación térmica, el equilibrio entre la temperatura del aire y la de las superficies que nos rodean es clave.
Aspectos constructivos
De lo comentado hasta aquí, podemos extraer las primeras pautas para el diseño de espacios saludables:
No sólo la conductividad térmica sino también la capacidad de acumulación de calor de los materiales de revestimiento determinan el confort térmico que sentimos en un espacio.
Gracias a ello es posible conseguir una sensación térmica agradable sin necesidad de calentar el aire interior, lo que supone un ahorro económico.
Una temperatura relativamente elevada de los paramentos, además de reducir la necesidad de calefacción, disminuye los riesgos de patologías constructivas relacionadas con algunos tipos de humedad.
Conseguir una temperatura superficial suficientemente elevada es, junto con la prevención de humedades, un criterio básico en el diseño de la envolvente de los edificios (composición y espesor de sus diferentes capas, posición del aislamiento, revestimientos, etc.).
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